La historia de la aparición de la Virgen de Alharilla es algo que prácticamente desconocía, pero gracias a este proyecto y al artículo de Antonio Recuerda Burgos publicado en el libro de Actas del congreso de cronistas de la provincia de Jaén (resumen de su libro «Historia de la Imagen y Cofradía de María Santísima de Alharilla. Patrona de Porcuna”, editado por la Cofradía “Virgen de Alharilla”); he podido leer todos los detalles de primera mano. Es por ello que esta propuesta se centra en la propia aparición de la virgen y en el lema de este año jubilar: Nuestra Señora de Alharilla, Cuna de Valor y Fe. Entendiendo por cuna el origen o principio de algo, en este caso de Fe, resulta apropiado emplear una forma circular como medio de enmarcar aquello que genera la Fe. Así mismo lo podemos entender como un escapulario, una alianza con la Virgen.
En el centro del mismo nos encontramos con la característica silueta de ráfagas de la Virgen, sintetizadas para facilitar su comprensión y justo encima de la Cruz del humilladero. Representada con sus singulares remates perpendiculares, hacemos una alusión directa al lugar donde se apareció as quedan abrazadas por dos ramas de almendro, las mismas que Antonio Recuerda, relata en su artículo: «aparece una especie de sarcófago, una caja cúbica de piedra, la losa marmórea que la cubre, [ … ] a través de ella salen ramas virginales y recién florecidas de almendro.» Obteniendo así un símbolo muy activo y por tanto, reconocible a simple vista. Las líneas curvas y limpias nos transmiten sencillez y a la vez cercanía, una imagen familiar para todos los Devotos de la Virgen de Alharilla. Actual pero sin olvidar su origen católico, es una forma única de honrar y venerar a la Virgen de Alharilla de Porcuna.
En cuanto al color, se utiliza el dorado para asociar el imagotipo con la divinidad y la riqueza espiritual; pero en este caso tiene un tono más desaturado para dotar a la imagen de un aspecto más austero y cercano. La elección del azul me parecía casi obligatoria, por ser el color simbólico de la Virgen María en la pintura cristiana. En palabras de Michel Quenot, en su obra «El Icono» dice: El azul ofrece una transparencia que se verifica en el vacío del agua, del aire o del cristal. La mirada penetra ahí hasta el infinito y llega a Dios. Procedente del lapislázuli, el azul ultramar ha sido siempre empleado en los mantos de la virgen. Además, en psicología del color el azul está relacionado con la calma y la paz.