Arjona

Arjona, ciudad Mariana, no podía permanecer ajena a la devoción en la campiña norte giennense de la Virgen en su advocación de Alharilla, patrona de Porcuna.

Si Antonio Recuerda Burgos, ilustre cronista de dicha ciudad, antigua Obulco, retrotrae la devoción a María al siglo VI a partir del documento epigráfico en la lápida que recoge el texto “RECONDIT[AE] IN FVNDVM VALLES SV BVRBIO OBOL CONENGE CELLA S(an)C(t)E MARIAE” – que con la adición de los fragmentos desaparecidos podría traducirse como “…ocultas en el fundo Valles en el suburbio de Obulco, capilla de Santa María” o también como “: Reliquias de los santos…… guardadas en la capi­lla de Santa María, fin­ca Valles”, suburbio de Obulco  –  será finalizando la primera mitad del siglo XIII cuando la tradición cristiana añada a esta devoción la peculiaridad topográfica de Alharilla al aparecerse Nuestra Señora en este pago a dos pastores sorianos, Antón Frontón, por entonces vecino de Porcu­na y Pero Esteban, repoblador de Ar­jona.

Ya desde su inicio la vinculación de Arjona a este escenario devocional fronterizo con Porcuna estaba marcada por protagonistas de ambas ciudades, siempre tan próximas en su historia, en sus emociones y sentimientos como diversas en algunos usos y costumbres.

Por ello la imaginación nos hace suponer que la afinidad entre ellas con el elemento común de la Virgen y su advocación de Alharilla debió existir mucho tiempo antes de que la documentación nos lleve hasta el año 1882 en que el obispo de Jaén, D. Manuel María González, apruebe los Estatutos de la Cofradía que regularicen el funcionamiento ordinario de quienes profesan esta devoción mariana en la ciudad urgavonense.

Ocasión habrá de comprobar cómo en esta organización, al igual que suele suceder en las que se constituyen en entidades locales del tamaño de las que hemos citado, son familias concretas las que asumen con especial interés y cariño el mantenimiento de estos hábitos sociales y religiosos para hacerlos prevalecer en situaciones de dificultad y no dudan en dejarse hacer hueco para que otros ocupen puestos de privilegio cuando no es tan necesario su prestación desinteresada en su pervivencia. Son los “sostenedores” de la continuidad cuando llegan épocas de desapego o de menor aprecio, son los “vigilantes” de la ortodoxia cuando las “modas” amenazan con alterar la esencia de su espíritu, son los continuadores de la tradición, sin que ello suponga el adocenamiento rutinario de la formalidad sin valor intrínseco…

Pero al margen de la opinión de quien suscribe estas líneas conviene aportar algunos datos que validen estas apreciaciones, por lo que no estaría de más echar una mirada atrás y recordar aquellos veteranos Estatutos que, por muchas novedades que el curso del tiempo hayan añadido o modificado acomodándose a la normativa eclesial al uso, no dejan de reflejar el auténtico interés que mueve a quienes incorporan su nombre a la extensa nómina de devotos a la Virgen de Alharilla y que no sólo acompañan al ruido, a la música y a los vítores en su nombre sino que añaden a su quehacer cofrade un compromiso religioso evidente y contrastado con una serie de cualidades humanas dignas de consideración.